El heteropatriarcado, ni aprieta, ni ahoga

La prolongación de la hegemonía del feminismo y las políticas socialistas no es más que la fatalidad del abismo al que la sociedad occidental se expone. Si las mujeres ganan menos es por cuestiones tangibles, insalvables y perfectamente licitas. La mujer gana menos porque elige profesiones diferentes, con menor riesgo, menor exposición, trabajan menos horas que los hombres por norma general, etc. Uno de los motivos por los que trabajan menos horas es porque existe una cuestión fundamental que tiene un carácter biológico, y esta cuestión no es más que la decisión de ser madre. Está muy bien decir que ahora el hombre puede asumir el rol de la mujer y todas esas cosas, pero la realidad es otra muy distinta.

Entonces, cuando una mujer es madre inevitablemente se tiene que apartar del mercado laboral, al menos de forma temporal. Esto hace que el hombre siga progresando laboralmente y, por ello, en función de los méritos alcanzados y la antigüedad trabajada hacen que la diferencia salarial aumente, algo que es perfectamente comprensible y normal. Sin embargo, cuando la mujer decide no ser madre, la diferencia salarial no existe o está individualizada y en caso de existir tendría que estudiarse caso por caso, al igual que habrá diferencias salariales entre hombres.

Suecia es uno de los países que ha llevado al extremo todas estas cuestiones a través de medidas respaldadas en palabras tan ambiguas y vacías como “inclusión” y “empoderamiento”. Y el descubrimiento ha sido que las mujeres siguen eligiendo profesiones que tienen que ver mucho con la personalidad y el carácter. Esto hace que se vinculen en profesiones donde elementos como el carácter emocional y el contacto humano, es mayor.

Este tipo de profesiones tienen una menor remuneración porque, aunque es muy seguro que son profesiones que gozan de reconocimiento y aportan un enorme valor, suponen un intangible que es difícil de cuantificar y definir su valor en términos monetarios. Para remunerar es necesario que se pueda cuantificar y medir con precisión.

Por ejemplo, un profesor debería cobrar mucho más de lo que gana, pero todos somos capaces de reconocer la imposibilidad de medir el rendimiento y satisfacción causada en los estudiantes. Es muy difícil medirlo, es un intangible. Cobrarán más porque hacemos un acto de fe en la persona que desempeña ese cargo, ya que todos asumimos y acordamos que su responsabilidad es vital para el desarrollo de una nación. Pero nunca podrás cuantificar su éxito. ¿Por qué como lo mides? ¿Por publicaciones científicas/sociológicas? ¿Por la valoración subjetiva de los estudiantes? ¿Por las horas de trabajo? Como ves, es sumamente difícil y en ningún caso permiten consensuar un salario “justo”.

Hay profesiones que, de por sí, que son copadas por la mujer, como son la enfermería, la educación, la estética, la arquitectura, etc. En países occidentales la elección de la profesión y estudios es libre, por mucho que queramos atribuir una presión psicológica por parte de la sociedad, y no está sesgada más que por la personalidad del carácter.

No hay presión por parte del heteropatriarcado.